EL PERIODISTA DANIEL GIGENA ESCRIBIO EN SU MURO DE FACEBOOK:
‘¿No estoy lo suficientemente deprimido este viernes a la noche, de vuelta del diario, adonde cada vez que me toca ir me cuesta juntar las ganas (y eso que voy tres días; imaginen lo que sería mi vida si fuera la semana completa) y donde soy tratado como un plebeyo en la sección en la que trabajo (hace unos días me pidieron que tirara suplementos viejos, “porque quitan la vista de la ventana”. Por eso, amigos directores de teatro, músicos, escritores y artistas plásticos: no me pidan nada porque tengo una influencia escasa, a la que detraen de manera gradual, y una voluntad incluso más débil)? ¿No estoy ya lo bastante tirado como para intentar algo mejor? Entonces, para hundirme más en el fango del asco y la náusea, prendo la televisión. En una semana en la que, en Rosario, un grupo de personas linchó a un joven de veintidós años (o dieciocho, no me queda claro) por el robo de una cartera (en el diario en el que trabajo, la noticia, titulada no sin revanchismo “Murió el ladrón de 18 años linchado por los vecinos”, fue cerrada a los comentarios: evidentemente saben con qué bueyes aran), qué se puede esperar de la especie humana en versión local. Veo un programa con panelistas en un canal que apoya a un candidato que promete luchar contra el delito. Todos gritan, vestidos de traje los varones (el conductor tiene la camisa arremangada), muy maquilladas las mujeres. La música de fondo (como una vez indicó Helena Perez Bellas en un post de Facebook) es atroz y un buen ejemplo de cómo manipular –aterrar– con el sonido. Dicen barbaridades y sonríen. Cualquiera de ellos gana al menos diez o veinte salarios de un docente (¡por gritar estupideces en un estudio de televisión!) pero están ahí sentados para juzgar. Es curioso que una institución tan conservadora como la escuela sea, en comparación con estos rancios aparatos ideológicos (diarios, programas de televisión y de radio para audiencias tan aturdidas como yo, redes sociales ni hablar), un espacio donde todavía pueda surgir algo cercano a la promesa, al cambio, al conocimiento aunque sea, o a la ilusión de una vida social menos asesina’
