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LA FELICIDAD SEGUN CANETE

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Lo bueno de la depresión, del no respetarse al punto de volverse el apéndice de otro y del aislarse es que uno, algunas veces, logra, en medio de su desesperación, reflexionar. Uno se hace ciertas preguntas bíblicas del tipo para qué estoy acá y por qué Lili Sielecki tiene más que yo o por qué Leo Zapato parece tan feliz mientras yo sigo sufriendo.

Lo bueno es que todavia estoy acá y no como Cerati sino (I knock on wood) en quasi-pleno uso de mis funciones vitales. El haber logrado esto (o mejor dicho, no haber ido tan lejos en dirección oscura) tiene que ver con el amor a la vida. Por ejemplo, el hecho de que mi ex Krishna me haya salvado la vida internándome en la clínica de rehabilitación tiene que ver con cierto amor por la vida de mi parte aun en el pico de mi adiccion.  El haberlo amado  volvió en forma de ‘salvación’ (soy consciente de las comillas) es que el amor es como un boomerang. Y el amor por la vida tiene tarde o temprano su contraparte de amor por uno mismo (o lo que uno aprende a tolerar de uno mismo).

Por supuesto, cuando hablo de amor a uno mismo no hablo del amor de las muscu-muscu por si mismas y por sus amigos que está motivado en un ‘yo-yo-yo-yo-primero’ que, en verdad, es la negación del amor. Cuando hablo de amor por uno mismo me refiero a esa voluntad de vivir en la que uno se aferra a la vida como si fuera un salmon saltando a contracorriente. Eso que algunos llaman ‘el camino’ para mi es la ‘contra-corriente’. La vida es contra-corriente tratando de deshacer (al menos en nuestra mente) el camino para llegar a Dios (o a Casa con mayuscula).

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No se puede hablar del amor por la vida sin hablar de la búsqueda de la felicidad que es un cliche tan masificado en los medios de comunicación y en nuestra Argentina ‘tolerante’ y ‘de luz’. Si bien todos coincidimos en que el objetivo de la vida es la felicidad, al momento de preguntarnos que es la felicidad todos empezamos a balbucear estupideces, escaparnos por la tangente y reanudamos el camino del dolor de nuestra propia negacion.

El otro dia aprendí la etimologia de la palabra ‘happiness’ (ingles para ‘felicidad’). La primer acepción coincide con el castellano y tiene que ver con esa sensación en el estomago que denota placer, tension y relajamiento al mismo tiempo. Sin embargo, hay algo interesante en la raiz sajona de la palabra ‘happiness’ que es el vocablo ‘hap’.

Para los sajones, el ‘hap’ está estrechamente vinculado a nuestra Fortuna o nuestra Suerte. El ‘hap’ es la mano de truco que Dios nos deparó. Por supuesto, del modo en el que la juguemos dependerá que nuestro ‘hap’ nos haga ‘happy’.

Durante toda mi vida he tratado de ser feliz, lo que, desde ya, no es lo mismo que ser feliz. Es que el ‘ser feliz’ tiene algo bovino en el que uno se queda absorto ante el momento de la felicidad. Casi con esa mirada estúpida que tienen las vacas o, sin ir mas lejos, la cara congelada de los muscu-muscu antes de sacarse la selfie en el baño. De hecho la palabra estúpido viene del latin ‘stupere’ que es exactamente estar paralizado como una vaca o tenso como los músculos de una muscu-muscu.

En mi vida he tenido muchos momentos felices. Y esos momentos son geniales pero se van rapido. Y eso tiene que ser asi. Aceptarlo es madurar ya que el tiempo pasa. Uno no puede ser feliz como antes. Uno crece y así como uno pierde cosas, gana otras. Eso es inexorable.

Sin embargo, la búsqueda de la felicidad es diferente al ‘ser feliz’ y es algo que en la vida siempre se escapa pero siempre esta a la vista, casi como el amor. Durante muchos años use las salidas sociales (estilo Lily Sielecki y compañía), las drogas, el sexo y la vida cool como distracciones para no ponerme a hacer lo que uno debe hacer que es ver en la relación con los otros el significado de la vida.

En tal sentido, yo diría que la condición de la búsqueda de la felicidad es la entender que la vida tiene un sentido y es nuestro deber tratar de descifrarlo. Allí reside el ‘hap’ -nuestro destino, nuestra mano de truco, nuestra suerte (o mala suerte). Uno puede decidir alterar el propio destino o ‘hap’ lamentando porque Dios no nos da lo que creemos que nos merecemos.  Aun peor, podemos tratar de alterar la corriente del rio o que se de una nueva mano de truco. Pero el gasto de energía vital es terrible. Uno puede casarse con un viejo por guita pero quien te devuelvo el tiempo perdido.

Mi recuperación de las drogas es viva prueba de que hay momentos en los que tu ‘hap’ te puede llevar puesto y a veces, se hace todo tan dificil de remontar que parece que uno va a morir. En muchos casos uno llega a querer morir. Otros como nuestras gatanas y gatos muscu-muscu eligen vivir una vida por la mitad a la sombra del hap de otro. Yo, particularmente, prefiero estar al borde de la muerte viviendo la vida en su totalidad. Es que la búsqueda de la felicidad no es cuestión de todo o nada sino de todo Y nada. J A T



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