EL LECTOR GERMAN T DICE:
‘Basta para encontrarse con alguien a través de una red social, para descubrir que la teoría de los seis grados es absolutamente plausible de ser correcta. Todos conectados por no más de seis personas. Como señala Frigyes Karinthy: “Hoy vivimos en una tierra de fantasía, pero me decepciona un poco que esta tierra sea más pequeña de lo que pudiera ser el mundo real”. En resumen, el mundo es un papel.
Desconozco exactamente quiénes son todos aquellos avatares que has publicado en tu blog. Me siento alejado de ese mundo pero a su vez un poco cercano cuando descubro que alguien a quien conozco, conoce a esas personas haciéndome eco de infinidades de historias, traiciones, rumores y muchas veces comentarios sin sentido. Y me refiero a ellos como avatar, no por la encarnación terrestre de un Dios según el hinduismo, si no por su representación gráfica, icónica de sus cuerpos para construir una identificación en las redes sociales. Y cabe aclarar, que esto no se refiere a todos los avatares, sino a todos aquellos que ven en su cuerpo el punto de anclaje de su vida, desde donde parten para pensar, para elegir, para moverse por el mundo. Donde su cosmovisión está en la mirada ajena y no pueden dejar de ser vistos y mostrarse. Elegir y ser elegidos a través de y solo por sus cuerpos.
Grindr, Manhunt, Badoo, Tinder, por nombrar algunas, han permitido que esos cuerpos dóciles, en términos de Foucault, se expongan para ser partícipes de una gran comunidad virtual con objetivos disimiles para cada uno. La búsqueda de solo sexo, conocer porque está de moda (lo he escuchado), charlar, buscar amigos. Pero acaso, la simple representación de una imagen en lugar de, ¿no pretende ser una falacia de esos cuerpos manipulados, sometidos, transformados que están expuestos en forma de avatar en las redes sociales? Un torso, una cola, un pene, una pierna, una cara, un ojo, dentaduras, cuerpos como objetos, cuerpos dóciles. Cuerpos que son llevados al gimnasio, a la peluquería, al dentista, a centros estéticos. Manipulados con una cámara.
Exponen sus cuerpos como blanco de toda mirada y escudo de todo el vacío intrínseco de la sociedad, el de una sociedad que en esencia no puede ver otra cosa que a través de la mirada ajena y nunca de la propia. Avatares vaciados de personalidad que necesitan constantemente de un otro para construir un ideal de su yo. Cuerpos que buscan cuerpos ideales porque en el propio solo encuentran inconformidades. Cuerpos que necesitan ser deseados y admirados para no derrumbarse y teñirse en la agonía y la angustia de su propio rechazo.
Lejos de que el selfie sea algo propio de esta época, el autorretrato, la propia contemplación y la búsqueda de ser admirados no es más que una memoria de una imagen empobrecida de sí mismos. No importa si son lindos o feos (la belleza goza de subjetividad), sino esa imagen que buscan y quieren que se les reconozca. No les alcanza con su propia imagen, necesitan ser aún más contemplados. No les alcanza con su propio “yo”, necesitan de otros yo para ser alguien.
Las redes sociales se han convertido así en un cuasi catálogo donde observamos, vemos y elegimos. Y una vez elegido preguntamos. ¿Me alcanza o no me alcanza? ¿Soy elegido o elijo? ¿En base a qué elijo? La objetivación del cuerpo está en su punto y esos cuerpos dóciles, avatares, han encontrado una vidriera justa para ser observados y admirados. Es que de no ser así, se ahogarían en su propia imagen. Con esto, no quiero decir que muchos ya no se han ahogado, de hecho para algunos es más placentero cogerse asimismo con el espejo que hacerlo con otros, pero el miedo y sus propias inseguridades los llevan a hacer lo contrario. Lo cierto, es que el placer del cuerpo y en el cuerpo, sobre un cuerpo objetivizado está a flor de piel. No importa con quién estoy, me interesa si me gusta. No importa con quién estoy, me interesa solo si me calienta. No importa quién soy, importa la descarga sexual sobre un cuerpo para que todos estos seudos “neuróticos” puedan dormir placenteramente sin tener que recurrir a la paja. O de última, la de seguir recurriendo a tu blog para que le des un poco más de existencia.
Saludos
Germán’
