La Argentina del último cuarto de siglo viene padeciendo un proceso de incremental desfachatez en el modo en el que los hijos y nietos de los famosos parecen reclamar su herencia. Esto ocurre en un país volátil, por definición, en una sociedad en donde el dinero no solo es sinónimo de bienestar sino también (y esto tiene que ver con nuestros ancestros españoles e italianos) prestigio social. Con varios defaults bajo la manga, Patacones y un par de hiper-inflaciones, los argentinos hemos desarrollado una relación compleja y frustrante con el dinero. El dinero para nosotros es algo que se acumula para ser gastado de golpe antes que alguien tome una decisión que nos deje en el corralito (ponele!).
Ya había algo obsceno en el noviazgo de Antonito de la Rua con Shakira y qué decir de su consagración como operador número uno del gobierno de la Alianza sin tener mayor experiencia o preparación que haber compartido veinte y tantos cumpleaños con su padre. Luego vino el Kirchnerismo y Máximo a quien no sólo se le dio la confianza del Jefe de Estados sino que tras la muerte de su padre en un giro más propio de Edipo Rey de Sofocles, se le otorgó una gran porción del aparato estatal para que experimentara con su falta de todo tipo de virtudes que un jóvenes de esa edad puede tener. Ni siquiera la belleza, en este caso. La contraparte cultural de esto comenzó a verse con las hijas de Tinelli y la nieta de Susana eligiendo ‘carreras’ cuando, en realidad, lo que hacían es usar la billetera y la visibilidad de los padres para ganar el dinero (que, por lo pronto, no necesitan) y un tipo de visibilidad demasiado prematura.
Se podría suponer que aquellos chicos criados bajo los clicks de los paparazzi crecerían para odiar las limitaciones que tal tipo de vida impone y decidieran usar sus recursos para hacerse de aquellas herramientas que pudieran permitirles usar esos recursos de manera más inteligente. Pero uno percibe que el problema no está en su descerebramiento sino en la educación que recibieron en sus casas en donde los paparazzi, no fueron esquivados sino, evidentemente, provocados y alimentados. Es como si Susana, Tinelli, Sarkany, Araceli Gonzalez se hubieran creído su propia mentira y hubieran educado a sus hijos a la sombra de esa ficción que parece resumirse en: ‘mientras salgas en Caras, todo esta bien’.
Las hijas de Tinelli, si bien mamaron la voracidad por figurar, parecen carecer del carisma o la capacidad de pararse frente a una cámara y cautivar a la gente. Tinelli puede ser un imbécil pero su versito pum para arriba misógino lo articula con maestría y ha convertido su (triste, a mi entender) vida en algo así como ‘la cultura argentina’. Sin embargo, sus hijas no tuvieron el tiempo suficiente para aprender (de Badia?), equivocarse (antes de Videomatch), formarse (para conjugar los verbos), o quizá Dios no les dio el don de ser encantadoras. Yo creo que lo peor en estos casos, y esto fue evidente en ‘Almorzando con Juana’, estas chicas se criaron bajo la adulación constante. Es por esto que a falta de mayor preparación en la vida, lo único que saben hacer es repetir un libreto (y mal) o improvisar solo desde el lugar de la nena que recibe piropos y se sonroja.
No sorprende que las hijas de Tinelli hayan elegido carreras en las que no tienen que poner el cuerpo ya que la pintura es inmóvil y la ropa se hace en un taller y Dios sabe quien la diseña. No extraña que Candelaria Tinelli, Florencia Torrente y Sofia Sarkany hayan sido convocadas por Milo Lockett en la exhibición “Ladies in Art’ en la que, por un lado, Milo Lockett sale del closet aceptando que es una lady y por el otro, estas chicas garantizan el sinsentido de sus vidas transformando su propio legado en una simple selfie.
En mi opinión, la definición de ‘estilo’ es ‘tener algo para decir y decirlo’. Es decir, uno llega al estilo, no nace con el. El problema de los padres de estas chicas es que nunca tuvieron estilo sino una manera de suponer que lo tenían. En otras palabras, qué tiene Tinelli para decir? Que las mujeres son seres inferiores que deben ser humillados publica y privadamente, que la danza es una excusa para promover dicha humillación? Cuál es el sentido de Susana? Soltar su risa maníaca ante cualquier síntoma de que la vida (y la joda) en algún momento se puede acabar?
Almorzando con Juana Viale fue, a mi entender, increíblemente sintomático porque puso en evidencia lo que estoy diciendo. Es decir, la jóven madre puede ser elegante pero no puede entablar ninguna conversación. Esa mesa fue preparada para no tener que pensar. Juana no lee (o al menos, no entiende) los diarios, no le interesa la sociedad y lo único que le interesa es superar los nervios que la conciencia de sus propias limitaciones le imponen. Sin embargo, como buen personaje trágico, ella siente que el programa de su abuela quedará para ella y sin esperar que su abuela se lo diera, salió a pedirlo. El resultado fue un momento delicioso en el que su abuela se comunica desde el hospital (en donde a los casi 90 años está siendo intervenida quirurgicamente) y Juana, sintiendo que su abuela está tomando mucho tiempo trata de despedirla y la abuela como King Lear se ve en la necesidad de decirle a su nieta: ‘Ese sillón tiene dueña!’. Uno puede imaginarse el complot entre Nacho Viale (productor) y Juana Viale (challenger) para ir poco a poco reemplazando a la abuela ya que saben que el final se acerca.
El problema con ese final radica, en verdad, en el presente. Ni Cande Tinelli, ni Florencia Torrente, ni Sofia Sarkany, ni Juana ni Nacho Viale deberian, en condiciones normales, poder sobrevivir. Sin embargo, en el país del revés parecen ir por todo. J A T
LA PASTELA DE ESTA SEMANA ESTA DEDICADA AL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES Y ‘EL REPOSO’ DE EDUARDO SCHIAFFINO
