El Centro Cultural Néstor Kirchner representa la culminación de la política cultural del régimen por dos razones: en primer lugar, es una demostración innecesaria de músculo político y, en segundo lugar, es la epitomización del mal gusto K. Resulta verdaderamente irónico que la década kirchnerista termine con la inauguración del que será en el futuro cercano su mayor monumento aquello por lo que los K serán recordados: su corrupción, su vacía teatralidad y su non-challant sentido del kitsch.
Umberto Eco definía al kitsch como la estética del mal gusto y podría decirse que el mal gusto es, generalmente, relativo. Es decir, el mal gusto nunca existe aislado sino que siempre está vinculado a su entorno. Esto ocurre en este edificio a varios niveles. El primero tiene que ver con el edificio, visto desde lejos y en elevación. La modificación más importante ha sido el haber reemplazado las tejas negras que recubrÍan el típico techo francés por vidrio. El efecto de este cambio en el entorno es que integra al edificio Belle Epoque a lo más abyecto de la arquitectura corporativa de baja calidad que caracterizan a los edificios (del fondo) en Puerto Madero. En el intento, diría yo, desesperado, de articular tradición con modernidad, el lenguaje visual logrado es el de la parte superior de un shopping center en donde los costos de construcción son menores porque es el area en donde se emplazan los cines y los patios de comidas. En otras palabras, el gobierno que se definió culturalmente como contrario a los lineamientos ‘menemistas’, se va del gobierno inaugurando un edificio tan ‘menemista’ que ni el mismísimo Carlos Menem podría haberlo imaginado.
Lo peor de la transparentización de la cúpula radica en lo kitsch de su función ya que de noche se transforma en una suerte de pantalla en la que se proyectan diferentes colores, generalmente, vinculados a diferentes banderas nacionales. En otras palabras, el edificio más costoso de la administración Kirchnerista queda así transformado en un mero ornamento de fondo para eventos en los que los ciudadanos están, por definición, excluidos, como por ejemplo: la visita de jefes de Estado a la Casa Rosada. El otro problema con esa cúpula de vidrio es su referencia a la cúpula del Reichstag (Parlamento) Alemán en Berlin diseñado ni más ni menos que por el arquitecto británico Norman Foster (y tambien a la Alcaldía de Londres sobre el Thames).
La arquitectura de Foster es la epitomización de la visibilidad horizontal. Sus edificios de oficinas transforman dicha visibilidad en algo retóricamente vinculado con el modo de control conductivo de las corporaciones tardo capitalistas. En los edificios de Foster todo es transparente porque en ellos la privacidad es anatema. Todo en ellos quedo sujeto al escrutinio publico. La mirada del prójimo funciona como la principal herramienta de control social y de productividad. Es esta mirada horizontal la que el Foster usa alegóricamente en la cúpula del Bundestag, en donde por un juego de inversion de jerarquías, el público puede mirar a sus representantes parlamentarios trabajando (desde arriba). Lo que en Foster es la representación arquitectónica de la ficción del ‘control democrático’, en el Centro Kirchner pasa a ser un monumento al vaciamiento total de los mecanismos de control burocrático.
La otra referencia está dada por esa suerte de ‘Concert Hall’ que, por su capacidad y forma es más una reducida sala de conferencias. Con forma de sistema digestivo, la construcción usa materiales berreas para imitar la orgánica arquitectura de Frank Gehry y Philip Stark pero sin la tecnología de la que ellos disponen. El resultado es una suerte de Interama de la arquitectura posmoderna.
La página de Facebook del mencionado Centro es otro monumento Kirchnerista a la falta de criterio. El artista Daniel Santoro, por solo dar un ejemplo, aparece como un veedor calificado que con su ojo clínico inspecciona las obras. La pagina de Facebook dice también que: ‘ Los trabajos de restauración y puesta en valor del edificio incluyeron los históricos ascensores que aun conservan sus antiguos elementos como: la aguja sobre el abanico que indica los pisos y la vieja manivela de elevación, ésta última de forma decorativa pues los mecanismos fueron reemplazados para un funcionamiento adecuado’. Si el objetivo era la conservación y puesta en valor, por qué se destrozo el aspecto exterior e interior de este edificio de semejante manera.
Finalmente, el tema de la capacidad de la sala de conciertos y la utilidad de este lugar. El mismo parece imitar al Queen Elizabeth Concert Hall pero está más cerca al salon de conferencias del MALBA a un costo, posiblemente, mil veces mayor. Cuál será la utilidad de este edificio? Supone ser un Pompidou porteño? Yo pensé que ese era el rol del desastroso Centro Cultural Recoleta. Nunca un proyecto más pelotudo que el Centro Kirchner. Just a thought.
