En la sociedad argentina están ocurriendo tres cosas. Por un lado, la estructura de la familia está cambiando al punto de su total desintegración. Por el otro, la jerarquía es invocada solo para exigir respeto. Finalmente, cuando escasean las respuestas (y las soluciones) no hay nada mas valiosos para nuestros politico que hallar un culpable.
Hace un par de dias hablé con la persona que alquila una pequeña propiedad que tengo en el Gran Buenos Aires. Ella es maestra y me contó como un chico intentó matarla al tratar de ponerle un aplazo. Al buscar razones, la primer justificación que ambos invocamos fue la falta de responsabilidad de la familia para imponer valores. Estos chicos son, en su gran mayoría, hijos de madres solteras o familias fragmentadas. Sin más, esta maestra tiene tres hijos con tres hombres (no maridos) distintos. Al darme cuenta de esto decidí prestar atención a su atuendo y dado que la tengo en Facebook, a su conducta y lo cierto es que se porta como un muchacha de diecisiete años vestida siempre como si estuviera preparada para ir al boliche. Ella tiene mi edad: 42 años. Es que el respeto no se regala.
Y sí, la anomia y la falta de respeto se extienden como pandemia. Esto es algo que corroe las relaciones entre las personas, empobrece la vida en sociedad, empuja el colectivo humano hacia el abismo de una existencia regida por la ley de la selva. El respeto es mucho mas que buenos modos, que un habla correcta, que la postración ante símbolos o jerarquías (incluso intelectuales que este blog podría pensarse que impulsa). Es, antes que nada, consideración por la dignidad del otro. Y este, como todos los valores morales es concebible desde la alteridad. Como la gratitud, la confianza, la responsabilidad, la honestidad, la sinceridad, la empatía y la cooperacion, se expresa siempre de una persona hacia otra, no significa nada en soledad, en un universo ausente de congeneres. Hannah Arendt decía que el mal puede brotar de cualquier individuo que deje de pensar y que nacemos humanos pero debemos convertirnos en personas. Esto se logra con la conciencia de las limitaciones y potencialidades que nos impone la existencia del otro. No estamos obligados a amarnos pero si a respetarnos.
El gobierno de Cristina Kirchner y el sector politico en su totalidad parecen estar mas preocupados en encontrar culpables que soluciones a los problemas. En un articulo publicado en La Nacion este fin de semana Francisco Olivera dice, respecto de Alex Kicillof que ‘ha resultado ser un implacable especialista en autopsias. Algo así como un forense de la actividad economica. Para el sector empresario (y supongo tambien sindical) esto suma a la lista de necesidades de soluciones, la necesidad de no terminar de enemistarse del todo con quien toma las decisiones. Cuando escasean las respuestas no hay nada mas valioso para un kirchnerista que hallar un culpable. Esta concepción de la cosa publica y del mundo parte al establishment en amigos y enemigos en donde a los problemas se los enfrenta con amenazas o con una chispeante Cristina rebautizando a las Declaciones Juradas Anticipadas de Importacion (DJAI) como ‘diyai’. ‘Estamos en el horno: la Presidenta no sabe ni pronunciar nuestro principal problema’ dijo uno de los empresarios del sector.
Habiendo dicho esto, no termina de fascinarme lo civilizado de nuestro establishment. Digo esto porque mientras que los politicos amedrentan incendiando camionetas y los chicos rechazan aplazos con armas blancas, el establishment todavía no intento matar (siquiera envenenar) a la Presidente. Es que la ley de la selva si es tal debe regirse por sus propias normas. Salvo en la Argentina que se rige por su propia logica de lo que ser civilizado verdaderamente significa. J A T
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