Hace una semana en una de las reuniones del grupo de recuperación al que asisto, alguien se me acercó para presentarme a un español, recién llegado a Londres, que parecía estar un poco perdido. Su nombre es Borja y dejó a su mujer e hijos para venir con su novio vasco a asumir con supuesta libertad su naturaleza gay. Borja no habla inglés y por lo tanto no puede ni trabajar ni socializar. Lo que es peor, no puede hacer uso de esa ayuda invalorable que puede ofrecer un adicto en recuperación a otro adicto en recuperación.
Algo me atrajo de Borja. Era difícil de saber porque físicamente no era mi tipo y además, el hecho de estar en pareja, lo descalifica, al menos, en este momento de mi vida, de parecerme atractivo. Esto es algo nuevo en mí. De hecho, el otro día una amiga me hizo una pregunta muy simple cuya respuesta me sorprendió. Mi amiga dijo: ‘Alguna vez fuiste fiel?’. Mi respuesta fue terminante: ‘Nunca’.
Creo que lo que me atrajo de Borja fue su acento madrileño que me hace acordar a mi ex. Como ustedes saben la relación con Krishna se caracterizó por ese tipo de co-dependencia que hace que uno sienta tan intensamente para, en definitiva, no sentir nada. Algo parecido pasa con las drogas y es quizá por eso que nunca sabré si mi fijación romántica y también romantizada con Krishna fue real o química. Importa? Creo que eso nunca lo sabré y esta es un buen tipo de incertidumbre.
Unos días después, Borja me llamó desesperado porque su mujer no lo dejaba hablar con los chicos y él creía que su mundo se terminaba. Esto de ‘el mundo que se termina ya mismo’ es algo muy familiar para mi y tiene que ver con los mecanismos psicológicos del adicto en recuperación. El cerebro está tan acostumbrado a los extremos artificialmente inducidos que si no existen termina buscandolos. Mucho de lo que escribí en este blog viene de este tipo de oscilación emocional que busca extremos por no saber conformarse con la normalidad. Con Borja hice lo posible para tranquilizarlo pero tuve que conformarme con no poder hacer mucho más ya que, en definitiva, uno puede escuchar y dar consejos pero no puede ni sentir ni sufrir por el otro. Muchas veces hay algo pornográfico en involucrarse tanto en el drama ajeno al punto de la autodisolución. Para la gente normal esto es obvio pero para un adicto que esta acostumbrado a anestesiar toda incomodidad y dolor con más droga (o alcohol, o poder o dinero o shopping o comida o nicotina o running) esto no es tan obvio.
Al día siguiente le mandé un texto para saber si estaba bien y, oh sorpresa, lo estaba. Era como un calco en positivo de la persona que desesperaba unas horas antes. Lo invité a venir a una reunión del grupo de recuperación conmigo y después ir a comer algo con él, su novio y unos amigos. El novio tiene más cara de bueno que él y la relación entre ellos, ciertamente, me movilizó, al punto de empujarme en más de una ocasión al resbaladizo terreno de la envidia. Si bien se conocen hace tres años, viven juntos hace dos meses tras que uno de ellos le dijera al otro que no soportaba verlo con otros. La, yo diria, devoción mutua y el casi permanente y obvio deseo sexual generaba un tipo de tensión para mí ajena tras un año sin sexo y al todavía estar limpiando las propias heridas. Hay algo de co-dependiente en Borja y su pareja y esta co-dependencia puede tener que ver con los mecanismos de la adicción misma que hace que uno trate de adormecer el dolor (supongo de no poder ver a los hijos y no poder consumir drogas) consumiendo algo diferente. En este caso, amor.
Por supuesto, ahora puede ser mi envidia haciéndose cargo de este post y queriendo convencerme de que lo que ellos experimentan no es amor sino ese tipo de dependencia mutua que hace que todo se sienta tan intensamente de modo que nada pueda sentirse. Sin embargo, quien soy yo para juzgar eso. Tan de palo son los de afuera que cuando llegué a casa y me di cuenta de que su acento madrileño y su relación co-dependiente me recordaban a mi propia relación co-dependiente con Krishna, me dirigí a la heladera y devoré un pote entero de helado.
La diferencia esta vez fue que tras bajarme el cuarto kilo de helado, no procedí inmediatamente a sentirme culpable sino a darme cuenta de que todos estos son capítulos de un largo y multiple proceso de luto y, por primera vez, me puse por contento por mi gula. Alquímicamente, mi culpa se transformó en satisfacción por entender y no reaccionar tratando de romper todo. En medio de la cena, Borja puso uno de sus auriculares en mi oreja y me hizo escuchar una canción de Mecano que, casualmente era la canción favorita de Krishna y que dice….’Entre el cielo y el suelo hay algo con tendencia a quedarse calvo, de tanto recodar. Y ese algo que soy yo mismo, es un cuadro de bifrontismo que solo da una faz… La cara vista es un anuncio de Signal, la cara oculta es la resulta de mi idea genial de echarte… me cuesta tanto olvidarte’. Si bien hago fuerza para identificarme con esta canción lo cierto es que mi cuadro no es en absoluto bifronte ya que estoy cada vez mas convencido de que todo pasa. Por lo menos, así dicen los que saben. J A T
MIRA LA HORA DE LA PASTELA DEDICADA A MARTHA MINUJIN
