Muchos se habrán percatado de que en lo últimos meses dejé de referirme al arte contemporáneo argentino para limitarme a una relectura de la historia del arte argentino del ultimo siglo. La razón de esto y debo ser muy honesto, es que el arte argentino contemporáneo me aburre por la simple razón que les aburre a todos (inclusive a los galeristas y a los artistas). Hay un desgano y endemia generalizada en el sistema del arte argentino en general que refleja la crisis moral y social que esta viviendo la Argentina en este momento. Es por eso que a partir de hoy he decidido abrir la mirada del análisis contemporáneo a nuestro gran socio del Mercosur. Durante las siguientes semanas voy a posar mi mirada en el arte contemoraneo Brasileño profundamente desconocido para el público y los artistas argentinos. Y quiero que sea una discusión en los que todos posemos la mirada. La pregunta es entonces: Qué está pasando en materia artística con el arte emergente y no tanto brasileño?
En las próximas 48 horas quiero discutir a tres artistas cuya producción coincide con ciertas preoucpaciones del arte argentino reciente. Con esto me refiero a que han transformado a la inversión de lo bajo sobre lo alto en el tema fundamental de sus proyectos ártisticos usando la ironía como modo de abordaje. Como bien sabemos, esto es algo que parece obsesionar a los argentinos también y lo ha venido haciendo, al menos, desde la década del sesenta con el Instituto Di Tella y el arte político de León Ferrari, por ejemplo, en el que, como dijo el mismísimo Ferrari, lo importante no es el objeto en sí mismo sino el efecto producido por ese objeto en la mente del espectador. Más cerca en el tiempo, esta inversion de lo bajo sobre lo alto ha caracterizado la producción de los rosarinos Adrián Villar Rojas y Mariana Tellería, por dar solo dos ejemplos; aunque yo diría que alcanzó su apogeo con los artistas del Grupo Rojas, más específicamente, Omar Schiliro y Marcelo Pombo. Por inversion de lo bajo sobre lo alto, me refiero, por supuesto, al uso de materiales ‘bajos’ u objetos cotidianos a los fines de la producción de objetos, considerados por dichos artistas y el sistema del arte como ‘artísticos’.
Los tres artistas brasileños que me interesa discutir durante las próximas 48 horas son: Barrão, Tiago Carnero da Cunha y Alexandre da Cunha.
En este post me voy a dedicar a Barrão. Nacido en Rio en 1959 con el nombre de Jorge Velloso Borges Leão Teixira, es conocido como Jose Barrão o simplemente como Barrão. Autodidacta, comenzó su carrera artística como parte del grupo de las Seis Manos (1983-1991) con los artistas Ricardo Brisbaum y Alexandre Da Costa, con quienes hizo performances y arte en las calles. Como podemos ver, en el orígen mismo del arte de la performance se ve esta idea de ‘outsider’ o falta de formación sistemática en el arte de caballete o la escultura lo que cabe preguntarse si dicha elección es por necesidad o, verdaderamente por elección. Durante los años 90 se dedicó al cine participando del del colectivo Chelpa Ferro, que co-fundó en 1995 con Luiz Zerbini (ex marido de Beatriz Milhazes) y Sergio Mekler, que también discutiremos proximamente por sus avances en lo que es el arte sonoro.
Los objetos escultoricos hechos por Barrão son especies de collages ensamblados con objetos de uso cotidianos generalmente partenecientes a la categoría del kitsch y casi siempre de cerámica o porcelana. Hay cierta búsqueda lírica pero también dadaísta en la utilización de objetos ornamentales de bajo nivel para armar ensamblajes orgánicos que llaman la atención tanto por su rechazo al clasicismo, en el sentido de que siempre parecen invertidos o sin sentido. Es muy difícil no ver en los esfuerzos de Barrão algo ya hecho por los Dadaístas como en el caso de Haim Steinbach, que recientemente tuvo una retrospectiva en la Serpentine Gallery de Londres. La diferencia si se quiere es el perfil orgánico y anti-clasicista del brasileño y más minimalista y conceptual del Steinbach.
En Barrão, la inversión de lo alto sobre lo bajo ocurre tanto alegóricamente como material y formalmente. Sus objetos son especies de remolinos que recuerdan a ciertas formaciones vegetales. En sus ‘Ninfas Derramadas’ (2009), por ejemplo, las figuras clásicas (o neoclásicas, en este caso) parecen las raíces de los ornamentos azules colocados por encima de ellas. La inversión del clasicismo en este caso es literal ya que los elementos retóricamente artísticos (las ninfas) son colocadas de manera invertida por debajo de los fetiches ornamentales o funcionales, como son las jarras y las teteras.
El modo en el que usa objetos del arte kitsch se diferencia de las obras de los argentinos Leon Ferrari o Liliana Porter, quienes visualmente presentan más de una similitud, ya que no hay alegorias ni políticas ni referencias al arte pop en el caso del brasileño. La otra diferencia que, como vamos a ver con otros artistas parece repetirse en el caso de los artistas brasileños es una mayor dedicación al acabado de las obras. Hay cierto énfasis formalista que en el caso de los artistas argentinos es inexistente.
Dicho de otro modo, en el caso de los brasileños las obras nunca dejan de ser concebidas como ‘obras de arte’ mientras que en el caso de los argentinos, estos parecen manipular la institución artística para no tener que darle acabado a las obras. Déjenme decirlo aún de otro modo, mientras los brasileños demuestran cierta ética del trabajo (artístico), los argentinos hacen gala de su vagancia transformado su arte en una suerte de desprecio del trabajo artístico. Mientras Liliana Porter y Leon Ferrari se limitan a acomodar las piezas como en un pesebre, Barrão desafía la gravedad y el material de esa piezas para crear objetos estéticos autosuficientes que no necesitan de la galería de arte o del sistema del arte para existir como tal. J A T
MIRA LA PASTELA DEDICADA A TUCUMAN ARDE (CON FERRARI INCLUIDO)
