TEXTO DE OUTSIDER Notable análisis de un maestro que tiene muchos que adoptaron su estilo y lo imitan sin tener sus convicciones pero si la necesidad de captar el negocio fuerte que le ha significado su pintura a este artista. Hay una gran cantidad de Alonsitos que en muchos casos solo se contentan con los “me gusta” que cosechan en las redes sociales y esperan, con paciencia, vender como lo ha hecho el maestro en su vida. Dicho esto por el gran hechizo que ha producido en los amantes del buen dibujo, y la buena factura de la figura. Siento que más allá de su visión social, a la que le dio una belleza posible, su maestría está en casi todos los trabajos, y como bien decís está captado en ese alumno perfecto, que sigue rindiendo examen de destreza con el dibujo. Convirtió su pincel en un gran lápiz, incluso colorea partes y deja grises como se resuelven muchas veces los dibujos. En forma menos académica que en esta reseña tuya, los que estábamos en bellas artes en los ochentas discutíamos si pintura o dibujo sus trabajos, y en mi punto de vista nada cambia si fuera una u otra cosa, son trabajos para mirar y tener en cuenta. Si en el caso de Gorriarena, hay un primer rechazo a su estridencia en el color y deformaciones caricaturescas, estas luego se diluyen cuando uno entra a mirar con detenimiento y reflexión, en su caso por más revoltijos de tripas y ciertos berrinches de pinceladas mostrando sangre o gente desnutrida, o los temas de la represión militar, el preciosismo que implica ese trabajo en sus grises, en su dibujo, lo meten a más de uno en comunión con su lenguaje que en muchos casos excede y supera a su pronunciación social. Combina además con la estética decorativa, que es una paradoja, pero más allá de su cotización y el estatus que brinda a quien la posea, es ese elemento que se integra en una casa. Aquí es tierra de grises de líneas acuareladas y de cierta tibia coloración. Te fotografiaste al principio adelante del cuadro de Marcia Swartz que tiene Gabriel Levinas presidiendo su comedor. A ese tipo de trabajo hoy, muy pocos se atreverían a tenerlo junto al lugar en que se come. Su contenido social y su factura no darían respiro a aquel que quiera comer sin que se le recuerde que hay una problemática dura afuera por la ciudad. En su caso aunque esté el Ché o un pintor con una vejez galopante, una mujer desnuda como espectral detrás de él, hay suavidad, hay una presencia o un aura especial, que lo hace digerible y aceptable, por ende su pintura para muchos fue comprable. Recuerdo su muestra a principios de los ochentas en Palatina, y su gran venta de esos trabajos, (especialmente los publicistas compraron su obra, caso el Nono Pugliese, con precios por encima de los veinte mil verdes) donde estaba la serie del viejo pintor, que era Renoir en sus últimos años, cuyas fotografías están rodando por la web, de las que se sujeta, (siempre hay referencia de fotos en su obra) y tanto las hace que logra darles otro toque, que para los que ven en la soltura de la pincelada en las gamas de los grises las transparencias las sutilezas e insinuaciones de formas apenas descriptas más otros efectos de línea en el dibujo, como el rigor más fecundo de lo plástico, (arbitrariedad de concepto y gran enseñanza de las escuelas) Carlos Alonso es el gran navegante de un tiempo que necesita ver algo que no se parezca a una chantada. Para mi persona es un gran maestro, y es otro de los que sin imaginarlo o sin intención alguna, ha dado muchos permisos y abundan sus imitadores.
