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CRÓNICAS CAÑETINAS: LEJOS DE EUROPEO, BUENOS AIRES YA ES CHINO

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Hoy estaba en mi habitual sesión blogueo en el Café Martinez y vi una escena ya repetida. Una china y un jóven occidental en amigable diálogo no muy diferente a una cita. Seguramente, esto, a muchos de ustedes, no les llame la atención pero para alguien, que llega a Buenos Aires de vez en cuando y lo ve como en diapositivas que se despliegan en intervalos de, a veces, más de un año, los cambios, aún los más pequeños, son más evidentes.

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En esta ocasión, yo llegué cuando Cristina se encontraba aún firmando convenios en silla de ruedas (y, dicho sea de paso, haciendo papelones) en China. Mi primer reacción frente a esos acuerdos fue de alarma ya que tienen como punto de partido el hecho de que la soberanía argentina es una quimera. Esta podría ser considerada como una penetración China desde arriba. Sin embargo, esta, también, ocurriendo una penetración China desde abajo, que lejos de dañina parece tener que ver con el modo pluralista con el que la Argentina se transformó en una nación através de sucesivas y violentas oleadas inmigratorias.

Yo tuve la oportunidad de visitar China en una oportunidad. Esa visita tuvo a Shanghai y Hong Kong, como destinos, además de algunos destinos rurales. Como país-potencia no me sorprendió demasiado. En realidad lo que me más me sorprendió fue que muchas cosas que yo daba por sentado eran en realidad prejuicios. Yo llamo a estos las ‘paradojas chinas’. Si bien ellos son los padres de la planificación social y urbana, lo cierto es que acercarse a Shanghai desde el aeropuerto es atravesar un bosque de rascacielos sin ninguna sentido. Uno puede creer que son ordenados pero, en realidad, no lo son. De hecho, el modo en el que los chinos manejan es caótico y no parecen obedecer norma alguna. El otro error es pensar que todos los chinos son bajitos y amarillos. En realidad, comparados con la media de los chinos, los argentinos somos bajitos y marrones. Sin embargo, mi mayor descubrimiento fue su sentido del humor.

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Su humor tiene dos niveles. El primero tiene que ver con hecho de que les encanta reírse a costa de la gente. Si uno se cae en la calle, todos se te matan de risa antes de ayudarte. En segundo lugar, les encanta jugar con la ironía en la que lo que se dice es, casi siempre, lo opuesto a lo que se quiere decir. Esto se da de frente contra el prejuicio de que los chinos son sumisos, tontos y autómatas. Cuento esto porque tuve el placer de interactuar con algunas chinas dueñas de supermercados en mi estadía en Buenos Aires y tras un comienzo parco y casi hostil, se volvieron si no agradables al menos interesantes.

Luego fui a comer a mi restaurant coreano favorito sobre la calle Junin (que solia ser barato y pedorro y ahora es caro y bueno) y en la mesa de al lado habia una china y un judío en lo que parecia ser su segunda o tercer cita. Me soprendió el hecho de que ella manejaba la conversación y parecía llevar las riendas del asunto. Luego miré otra mesa y habia un matrimonio mixto con hijos. Es como si la segunda generación de inmigrantes orientales ya se estuviera integrando a la sociedad argentina no solo manejando el idioma con todos sus modismos sino socializando de igual a igual. Este pluralismo respecto de las grandes inmigraciones de ultramar es una de las característica de nuestra identidad. Las segundas y terceras generaciones de italianos y españoles supieron fundirse no solo racialmente sino aspiracionalmente y salvando las distancias la etica del trabajo de los unos y los otros no es muy diferente. Cabe preguntarse si, en realidad, este acercamiento a China, por burdo y brutal que parezca, en lugar de un acto de entrega a un ataque imperial no será el paso lógico tras el encuentro, de hecho, que esta ocurriendo entre las dos culturas. J A T



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