Desde que se graduara en la Universidad de Temple, el Afro-Americano, Trenton Doyle Hancock ha venido desarrollando una serie de personajes de historieta, altamente subversivos, a los que presenta como ‘arte’. En el centro de una mitología tanto comédica como épica, encontramos a unos personajes protagónicos llamados ‘Mounds’ que son parte de una narrativa fantastica que le sirve al artista como mundo paralelo en donde explora los modos de vivir y, más especificamente, de sobrevivir de un negro en una sociedad racista como la Norteamericana.
Influenciado por la obra de Mike Kelly y por la del filipino Manuel Ocampo, su obra es una de las pocas que logra hacer efectiva esa inversión de lo bajo sobre lo alto que en nuestro país (y, en Latinamerica) parece motivar a aquel arte de elite que se justifica como tal por reposicionar elementos de la cultura de popular en nuevos contextos. Si bien las pinturas de Hancock son muy conocidas, al menos en los Estados Unidos, sus dibujos (tanto en pequeña como en monumental escala) no lo son. Es por esto que “Trenton Doyle Hancock: Piel y Huesos, 20 años dibujando” es el primer show dedicado a explorar en detalle sus obras en papel y collage. Al mismo tiempo, es una gran oportunidad para conocer la obra de un artista que hace de la catarsis personal y el comentario politico su proyecto estético y su fuente de valor artístico.
El show, originalmente organizado en el Museo de Arte Contemporáneo de Houston, abre este jueves en el Studio Museum de Harlem en NYC, con la curaduría de Valerie Cassel Oliver. Lo bueno de la curaduría es, como se puede ver en el video que acompaña este post, que permite al visitante una inmersión total en un espacio que funciona como habitat de las voces y demonios que habitan la cabeza del artista. Esto es interesante ya que permite seguir este tipo de interacción entre la experiencia subjetiva y la representación objetiva de esos miedos desde su infancia. Su historia es la de un negro afro-americano que usa los elementos de la cultura popular para forjarse una carrera y un nombre en el mundo de la elite del arte, eminentemente blanco.
Es por esto que en la exposición se incluyen dibujos de su infancia y algunos comics que realizó en al escuela no sólo como un modo de ver la génesis de la mitología personal del artista sino también como un modo de transformar la inmersión en su vida en una experiencia diacrónica. Es esta articulación de la vida del artista con su producción que hace de ‘Skin and Bones’ una experiencia que ocurre tanto dentro de los cuadros como fuera de los mismos. Es esta aparente confusion entre lo de adentro y lo de afuera, lo subjetivo y objetivo, lo personal y lo político que termina siendo definida por las inseguridades del artista.
En esta exposición los dibujos funcionan tanto como imágenes como como objetos donde los espectadores interactúan con ellos del mismo modo que lo hacen en el arte minimalista. Esto convierte a los espectadores en parte fundamental de la experiencia estética. Dicho de otro modo, el lado personal y psicológico de la obra incluye a los espectadores y a sus reacciones como parte de la experiencia estética. Esto es particularmente interesante, si tenemos en cuenta que los museos se han convertidos en lugares en donde la gente va para no estar sola, aún sin hablar con nadie. La combinación de la representación de sus propios demonios y la teatralización de la experiencia del espectador hace de la visita a esta muestra algo que navega entre el cine, el teatro, el comic y el arte de elite. Es interesante comparar el éxito de este intento del pasaje de la historieta al Arte con el intento fallido de Linares en donde lo único que se hace es enmarcar a la historieta y colgarla de una pared en ArteBA. J A T
MIRA LA PASTELA DEDICADA A DANIEL LUNA Y APPETITE
