Okuwi Enwezo, el director de la proxima Bienal de Venecia eligió al conceptualista italiano Fabio Mauri como el artista entorno del cual la curaduria de esta edicion de la Bienal será articulada. Creo que esta elección es más que oportuna dado que Mauri, como artista, problematizó el modo en el que los seres humanos hemos internalizado la violencia política en tanto individuos. Dicho de otro modo, su conceptualismo logra algo aparentemente imposible que es el demandar del espectador ser expirementado de modo emocional. Sin embargo, el modo en el que su obra ha sido leída hasta el presente, insiste, mas bien en transformarla en representaciones visuales de algonos aspectos de la teoria social europea.
Hace un año, Mauri fue objeto de una retrospectiva en la Fundación Proa de Buenos Aires en la que fueron incluidas varias de las obras que serán exhibidas en Venecia. Dos de ellas son significativas para mi análisis. La primera es una performance llamada ‘Judía’ (1971) en donde una joven desnuda se corta pedazos de pelo y los acomoda sobre el espejo en forma de Estrella de David. Las referencias a los cortes de pelo que los prisioneros recibían en Auschwitz en camino a las cámaras de gas y a los jabones hechos con desechos humanos son obvias. En tal sentido, resulta irónico que la Argentina hubiera decidido enviar como representante a la edición anterior de la Bienal a la artista que lograra notoriedad haciendo jabones con grasa de liposucciones. Me refiero, por supuesto, a Nicola Costantino quien presentó una representación de la vida privada de Eva Perón, esposa de quien financiara su campaña presidencial con oro Nazi. Las similitudes entre la obra de Mauri y la de Constantino terminan allí ya que el primero apunta a generar un sentímiento de atracción eròtica por el horror y la autodestrucción mientras que Constantino se limitó a glamorizar dicho horror.
Cuando era chico, en camino a una práctica de educación física de la escuela primaria, un hombre se me acercó en la calle e hizo que mi mano tocara su pene. Si bien corrí desesperadamente al baño del club a lavarme las manos, lo cierto es que muchas veces fantaseé con ese momento y de algun modo, ha definido mi relación (culposa) con el sexo gay. De manera análoga, un amigo que fue violado una vez me contó que muchas veces piensa en ese momento como un momento erotico. Este tipo de paradójica relacion entre culpa y atracción es la que Mauri procura evocar en el espectador. Quizá sea por ello que dice que en tiempos de Mussolini, ‘hasta el sol era fascista’.
La decisión del curador de la Bienal de Venecia de concentrarse en este aspecto psicologico del conceptualismo de Mauri se da de frente con el modo en el que la obra del mismo fue leida por su el curador de la retrospectiva en Buenos Aires. En el video que adjunto, Ivan Barlafante se refiere a una serie de 48 pantallas colgadas de la pared en modo minimalista, como el resultado de la reduccion de la representación al mínimo transfomando a sus objetos en no más que eso. Este vocación objetualista estaría fundada en el hecho de que la representacion ha devenido imposible tras el Holocausto. Sin embargo este tipo de lectura anula el hecho de que las obras de Mauri son conceptualistas pero tambien emocionales. En su desesperación por colocar a Mauri en dialogo con el Arte Pop, la Fundación Proa se olvida de que para el los medios no eran simple reproductibilidad técnica o simulacro sino el fondo sobre el cual el hombre tardo moderno potencia sus meanismos de autodestrucción. J A T
MIRA LA PASTELA DEDICADA A JUAN CARLOS DISTÉFANO
