Empachados como estamos los argentinos de tanto Boca-River, y a propósito de la Copa que por estos días se disputa en Europa, por cierto más atractiva que la Libertadores, es que decidí regurgitar algunas reflexiones a pesar de ser muy poco aficionado al fútbol, pero que tienen que ver más con el hecho de cómo el fútbol argentino de hoy es un fiel reflejo de la decadencia de la Argentina actual, en comparación con el fútbol español y el lugar que ocupa España hoy en el mundo, señal que demuestra que los argentinos algo hemos hecho mal y que nos deja con el sabor amargo del fracaso que lastima.
Hace 40 años la república Argentina era todavía una potencia que en muchos aspectos era superior al Reino de España. Dos ejemplos claros los encontramos en el ámbito del fútbol y en lo que a materia de medios de comunicación se refiere. Ellos encontraron la estación y tomaron el tren a tiempo. Fue también en aquellos años 70`cuando Argentina organizó y ganó un mundial de fútbol en su propio país y era favorita para el 82, justo cuando España empezaba a consolidar su resurgimiento y una Argentina en guerra con el Reino Unido, que ya venía en picada y que creía que había tocado fondo, no imaginó nunca que podía haber subsuelo.
Basta ver un partido de fútbol entre el Barca y el Real Madrid, clubes originarios de las dos potencias económicas más importantes de España distantes entre sí, y compararlo con un Boca-River, instituciones ambas originarias de la localidad argentina en la que vive Dios, la Capital Federal. Esta circunstancia ya habla por sí misma. Ni qué hablar de la pilcha de los técnicos, de los hinchas, el estado financiero de los clubes, el accionar de la policía, los barras, el estado de las estadios, la disciplina dentro y fuera de la cancha, entre otras tantas diferencias que impiden una objetiva comparación.
No estoy capacitado para afirmar, lo que dicen mis amigos Manyines, que estamos a años luz de ellos. A excepción del show y del folclore que anima los superclásicos argentos, marca registrada en el mundo de incomparable atractivo, muy lejos estamos en lo que a los jugadores respecta, eso al menos dicen mis amigos. Pero nos separa un abismo mayor en lo que a dirigencia se refiere. Y no es culpa de la dirigencia futbolística nada más, sino, de TODAS las dirigencias; empresariales, políticas, sociales, culturales, deportivas, judiciales, sindicales, militares, periodísticas, por citar sólo algunas, que egoísmo mediante, han llevado a la Argentina a ostentar un lugar junto a los convidados de piedra del reparto mundial.
España salió de una dictadura de casi cuarenta años justito cuando nosotros entrábamos en una. Empezaron a consolidar sus instituciones (TODAS) a partir del resurgimiento de la democracia, con un líder como Adolfo Suárez, una especie de Alfonsín a la española, que con la “transición” logró cooptar a toda la dirigencia de España tomando así por el sendero del diálogo, la diversidad, la discrepancia, la inversión, la modernización, la apertura al mundo, y por eso los “Pactos de la Moncloa”, el “destape” español, la inversión, el famoso “23F”, frustrado intento de golpe de estado del que supieron salir fortalecidos, entre otros actos de fortalecimiento institucional dignos de admirar. Llamativamente una de las dirigencias que más colaboró con la institucionalidad española en la transición democrática, fue el sector sindical. Así fue, cómo Felipe González, surgido de un partido socialista de los trabajadores llegó a la presidencia en los 80’ y ocupó el sillón de la Moncloa durante 8 años. Insertó a España en el mundo y consolidó el espíritu de diálogo, la importancia de la seguridad, la impronta de la estabilidad y el respeto por las instituciones. Sí, lo hizo un presidente del PSOE. En lo futbolístico Argentina ganaba un mundial en su propia casa en el marco de una feroz dictadura militar, al mismo tiempo una dirigencia nacida al amparo de un gobierno de facto que se perpetuará en el poder por más de 30 años y que sabrá mantenerse incólume ante todos los gobiernos de turno, militares, radicales, peronistas…comenzó su tarea de adecuar el fútbol a sus intereses y a cualquier precio. España mientras, empezaba a buscar un lugar destacado en el fútbol mundial.
Nosotros en tanto, en el 83’ entrábamos a nuestra primavera democrática con el Dr. Alfonsín, como ya dijera, una especie de Adolfo Suárez a la argentina. Pero no tuvo la misma suerte el Alfonso. La dirigencia sindical, militar y empresarial de entonces no se supo destacar por su vocación al diálogo y el fortalecimiento de las instituciones y de la república, misma. Aquél gobierno democrático sufrió dos intentos de golpe de estado, catorce paros generales, corridas financieras y bancarias por doquier, y tuvo que soportar una deuda externa que un ex presidente del Banco Central de los milicos, luego devenido en ministro de economía de Carlos Menem y Fernando de la Rúa incrementara abismalmente. En fin, ya conocemos la historia. Al mismo tiempo, el Seleccionado Argentino de Fútbol en el marco de un jubileo nacional, le hacía entrega a aquel presidente jaqueado por la intolerancia, la copa del mundo de la mano de Dios. Mientras tanto España se posicionaba en el fútbol sin prisa pero sin pausa y la Argentina empezaba a gastarse los últimos cartuchos.
Al “Felipillo” lo siguió José María Aznar, un inspector de Hacienda, lo que para nosotros es la Afip, del partido opositor a González, una especie de centro derecha, lo que aquí salvando las distancias pudo ser como dijo Santiago Varela, la patilla mayor de América, Don Carlos Saúl I. En España con el cambio de gobierno nada cambió. Se siguió siempre en la senda de la institucionalidad. Contemporáneamente aquí un país incendiado por la hiperinflación, el desabastecimiento, los rumores de golpe, los paros generales, la democracia en jaque, veía un presidente entrar y otro salir… mucho antes.
Entretanto, en Argentina empezaba a aflorar con fuerza la violencia, la inseguridad y la corrupción que en infinidad de casos tuvo al fútbol como protagonista. España estructuralmente y futbolísticamente ya nos había dejado atrás. Por aquellos 90´cuando acá se festejaba con pizza y con champán un dólar un peso, un conductor con pretensiones en la dirigencia del fútbol argentino de hoy compraba un club en Badajoz, España conseguía su entrada en la Unión Europea, la salida de la peseta, llegando a ser la séptima potencia mundial y despidiéndose así del tercer mundo al que sólo 40 años antes había tenido la triste experiencia de pertenecer.
El resto del cuento ya lo conocen. Mientras acá el pasto de las canchas cada vez se deslucía más y se tornaba agreste, los estadios, como el país, se caían a pedazos, recrudecía la violencia, España invertía en transporte, en infraestructura, en seguridad deportiva, a la vez que era sede de un mundial y unas olimpiadas y la clase dirigencial TODA se encolumnaba y marchaba en contra de ETA y el terrorismo y sufría por el atentado terrorista de Atocha, la Argentina dejaba la pizza con champán y con el mismo entusiasmo votaba una alianza de “centroizquierda” que también era devota del champán, pero lo maridaba con “sushi” que terminó yéndose en helicóptero dejando el país al borde del abismo Volvieron los gases lacrimógenos y a más de uno se le piantó una lágrima, justo el mismo año en el que el club de los amores de mi viejo salía campeón luego de 35 años de sufrimiento. Volvieron los fantasmas del pasado. Los argentinos, no habíamos aprendido nada. En fin…la misma cantinela de siempre.
A pesar de esa histórica crisis, los argentinos supimos recuperar el diálogo y algo de la cordura. El problema es que toda la dirigencia siguió siendo la misma. Y ella, es la que nos ha llevado hoy a ver como lugar común a la corrupción, la violencia (en todas sus manifestaciones), la provocación, la arbitrariedad, el atropello…la falta de respeto en general. Sin mencionar lo que nos separa de los españoles en materia de energía, infraestructura en general, ferrocarriles, puertos, autopistas, aeropuertos, ciencia, industria y no quiero seguir que me largo a llorar.
Y esa dirigencia ha salido de nuestra propia sociedad. Como dijera un General de la nación, viejo al que le dio el cuero para volver: “la única verdad es la realidad”, y la realidad acá es que el fútbol argentino es la representación manifiesta de la decadencia y el patetismo en el que se encuentra hoy la república.
Hoy cuesta mirar a Europa. Atrás quedó aquello del monólogo de Tato Bores de “…contar vacas, hectáreas, peones, ovejas, añorar los viejos viajes a Francia y el placer de tirar manteca al techo…”. Nos vamos resignando a la mediocridad y la corrupción que genera violencia, pasa de moneda corriente a moneda de cambio.
Ninguno de los presidentes del gobierno español desde 1975 a la fecha estuvo vinculado a la dirigencia futbolística ni directa ni indirectamente. Acá, todos los dirigentes políticos y los no también, se pelean por estar cerca del negocio del fútbol. Ni qué hablar de la injerencia de todos nuestros gobiernos de turno en el ámbito del fútbol.
Está en nosotros trabajar y luchar por el resurgir de la república o bien acostumbrarnos al mediocre quehacer de ser furgón de cola para siempre.
Ante tanta pálida merezco destacar que este bendito y querido país me dio la posibilidad de ver el Mundial en vivo y así conocer a grandes seres humanos. Al fin y al cabo, esta humilde reflexión se me ocurrió en un típico asado argento con amigos de la vida, mirando un superclásico.
Claro todavía no veía el penoso y patético tercer partido del superclásico de la Libertadores, cuando empecé a escribir esto.
Este país que supo darles cobijo a los españoles (y a tantos otros) cuando huían despavoridos por la hambruna, la persecución, la guerra y el desempleo, les permitió a los españoles hacer aquí la “América” que en su país no harían ni en 60 años.
Si ellos pudieron. ¿Por qué nosotros no? ¿O acaso no fue este país el que les dio el trigo cuando no tenían el pan? Y fue ese joven General que les envió no hace tanto tiempo atrás, toneladas y toneladas de comida a los españoles que salían de una cruenta guerra civil que les costó mucha sangre, circunstancia esta que motivó al por entonces “Caudillo” de España, nada menos que el “Generalísimo” Franco, a recibir a la primera dama de la república Argentina en Barajas y condecorarla con los máximos honores que se le puede dar a un jefe de un estado. Europa quería ser amiga de la Argentina y todos se afanaban por bailar con la Sra. De Perón al ritmo del dos por cuatro. .
La Argentina alguna vez pudo. Quizás nuestra corta historia y nuestros permanentes enfrentamientos no nos dejan madurar como para saber mantenernos una vez que alcanzamos el éxito. En fin, el fútbol es al tango, expresión cabal del país, lo que esta letra es a la Argentina de hoy:
“Tango, sos del “Malevaje” la pasión, la fé y el grito,
“Cuando llora la Milonga” en algún “Viejo Rincón”,
y se va “La Cumpársita” por el largo “Caminito”
que escuchó en su “Noche Triste” su doliente “Confesión”
TANGO, sos el “Amigazo” de la barra milonguera
Que defiende con orgullo su “Nobleza de “Arrabal”,
Y que cruza la ciudad taconeando cual si quisiera,
demostrar que no era en vano, que en su cinto hay un puñal…
“Tango que me hiciste mal y sin embargo, sos el mensajero del alma del arrabal”
Ojalá que los argentinos no hayamos perdido el tren, sino, que por ahora no encontremos la estación.
UN MANYIN EN LA BARRA DEL COTOLENGO
