LA CONSIGNA DEL CONCURSO PARA QUE DOS ARTISTAS PARTICIPEN DEL CURSO SUPERINTENSIVO DEL 6 Y 7 DE JUNIO ERA QUE ENVIARAN UN ANÁLISIS VISUAL DE ‘LA CENA DE EMAÚS’ DE MICHELANGELO MERISI DI CARAVAGGIO Y NOS MOSTRARAN SU OBRA. LA SELECCIÓN SE VA A HACER POR VOTO Y COMENTARIOS DE LOS LECTORES DEL BLOG. EL PRIMERO A PONER A CONSIDERACIÓN ES WALTER BROVIA QUIEN DICE LO SIGUIENTE Y LO EXPLICA CON EL SIGUIENTE GRÁFICO. AL FINAL, LAS OBRAS DE WALTER. AQUELLOS QUE QUIERAN PONERSE EN CONTACTO CON ÉL PARA COMPRAR OBRA O SABER MÁS SOBRE ELLA, HAGANMELO SABER Y YO LOS VOY A ORIENTAR.
TEXTO DE WALTER BROVIA
La Cena de Emaús x Caravaggio. En esta obra maestra del Renacimiento italiano, Emáus Cristo, ocupa sutilmente el centro de una escena dispuesta, en principio, en forma triangular. Digo en principio porque en realidad la composición es compleja y articula dos triángulos en diálogo.
Desde el triángulo central Emáus imparte sereno su bendición de la cena acompañado de la presencia de tres de sus discípulos. Curiosamente, si bien la escena (curiosidad acentuada por la mismísima palabra es-cena) es compartida, nunca hay un cruzamiento de miradas. Emáus tiene su vista dirigida a la mesa servida que está bendiciendo. A su flanco izquierdo, su discípulo tiene la mirada perdida y más aún, la manera de un Cristo en plena crucifixión. Notablemente, lleva prendida en su vestimenta, cual emblema, una caracola, símbolo de la protección de la vida. La acción de este discípulo es seguida atentamente por sus pares, el del plano del fondo, a la derecha de Emáus, lo observa compasivo, y se destaca por el uso improvisado de un gorro a manera de mitra, simbolizando el culto del hombre. Ya en un primer plano, a la derecha de Emáus y a la izquierda del observador, se ubica el tercer discípulo ocupando la mitad inferior de la composición, con una mirada puesta en la “crucifixión”, y levantándose inoportunamente de su silla; al hacerlo no hace más que transmitir ansiedad y fatiga, incluso cierta perturbación.
La vestimenta de Emáus es roja y blanca en señal de pasión y pureza. El foco de luz viene desde la derecha de Emáus, izquierda del observador, para dirigirse al discípulo que se muestra crucificado. Como detalle simbólico, apunto que la luz sobre el lazo blanco anudado sobre el regazo de este discípulo es de “no creer”, ligándolo a la idea de milagro.
Como dije en esta obra las miradas no se cruzan, y claramente, hay dos escenas en ella. Aquí Caravaggio desata su Maestría:
Cristo y su bendición conforman un escenario aparte. Escenario Divino. En el segundo escenario, donde interactúan los tres discípulos, dos observan con distinta actitud (compasión // desesperación) a un tercero de mirada ausente. Distingo en ellos Alma (mirada al más allá/ elevación / luz inexplicable), Cuerpo (mirada al más acá / levante, alteración / saco roto) y Culto (mirada compasiva, piadosa /mitra). Escenario Terrenal. Cristo, bendice con su mano derecha en alto, cuya sombre recae sobre su mano izquierda y en ambas despega pulgar de dedo índice como en un intento de tomar algo, tal vez de marcar la distancia entre lo material e inmaterial y en un ligero intento de proponer la señal de tres, tan común en el Renacimiento para simbolizar la trilogía Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Toda la pintura tiene un realismo “troppo vero” que combina enigma, sensatez, austeridad y encanto, un sello muy propio, que logra su punto culmine en el efecto slow motion de la mano derecha del discípulo observado (recurso del fuera de foco). Sin este detalle particular la obra no sería más que una que simula movimiento pero sin encarnarlo. Así Caravaggio aportó suspenso (suspendido – eterno / suspenso – incertidumbre) a la obra.
Pero la Maestría de Caravaggio no termina allí, si es cierto lo de los dos escenarios distintos en diálogo, hace falta algo que permita ese diálogo, con el solo intercalado no alcanza. Entonces el Genio Caravaggio juega su mejor recurso visual integrando ambos triángulos a partir de lo insustancial -con toda la carga simbólica que esto conlleva-: la sombra.
La sombra del discípulo de pie se mezcla en el fondo con Emáus, y el espectador desprevenido podría suponer que corresponde al propio Emáus, cuando Caravaggio no hace más que poner detrás de Emáus la sombra del discípulo que representa al culto, en comunión con el culto que en ese instante Emáus mismo practica. Siguiendo hacia abajo la misma diagonal advierto un detalle nada casual: la sombra proyectada por frutas y hojas sobre el mantel blanco -y justamente a la misma altura del lazo blanco anudado!!- da por resultado la figura de un pez, conocida representación de Cristo. Es tanta la Maestría de Caravaggio que dicho pez, no sólo pasa casi desapercibido si no que pareciera estar nadando sobre el propio mantel. Y es tanta su sutileza que a priori resulta indistinguible por confundirse con el resto de la sombra de la frutera, pero que mediante el recurso de desdoblamiento de la proyección y valor tonal -más bajo- lo hizo posible.
ESTA ES LA OBRA DE WALTER BROVIA
