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LA FALTA DE INTELIGENCIA DE MARÍA PAULA ZACHARÍAS LE IMPIDE VER QUE ADRIÁN VILLAR ROJAS YA ES UN CADÁVER ARTÍSTICO

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EN LA HABANA

EN LA HABANA

Desde hace años, el diario La Nación ha venido decepcionando en su supuesto rol de paladín del periodismo cultural argentino en tiempos de advenimiento populista de Clarín y los medios K. Mucho hemos comentado en este blog sobre el modo en el que Alicia de Arteaga y otros periodistas del staff de ese diario tienden a aprobar irrestrictamente la obra de los artistas mencionados por su sola ‘presencia en el sistema internacional del arte’ (como si esto, en sí mismo, fuera suficiente) y porque ciertos referentes (dentro del país) se hayan tomado la molestia de ir a verla.

El muy poco inteligente artículo del día de la fecha sobre Adrian Villar Rojas firmado por María Paula Zacharías no es una excepción y, de algún modo, me sorprende porque esta periodista es lectora fiel de este blog y, por lo tanto, está informada de sus debates. Como voy a demostar, el articulo y entrevista de Zacharías a Villar Rojas peca de superficial al punto de evitar mirar la obra del artista desde su propia obra.

Sé de primera mano que Adrián Villar Rojas fue fan de LANP desde un primer momento. No habla bien de él el que su opinión cambiara drásticamente tras mi primer reseña sobre su obra y, más específicamente, sobre el documental que presentara en la Casa Encendida de Sao Paolo en donde estetiza al punto de la romantización su relación con sus ‘colaboradores’. Fede Leites, quien compusiera la cortina musical de ‘La Pastela’ es amigo de ambos y fue la persona que estuvo a cargo de la coordinación de estos ‘operarios’ durante la instalación del rosarino en el PS1 MoMA de NY curada, ni más ni menos que por Klaus Biesenbach. En mis charlas por Skype con Fede Leites, yo pude ver (en cámara) las condiciones de alojamiento de aquellos obreros que habían sido transportados a NY para terminar la obra (que se maneja con criterio de ‘obra en construcción’) no porque Leites me lo mostrara sino porque era el fondo de la cámara y cuando alguien llegaba teníamos que hablar más bajo o con los auriculares puestos. Estos obreros eran transportados desde Rosario a New York y alojados de a varios en una habitación hasta el fin de la obra tras lo cual se los mandaba nuevamente a la Argentina. Si bien Villar Rojas solía presentar a su equipo como un colectivo de iguales, la realidad es que se resistía a pensarse como tal (en el sentido de ‘Mondongo’ o ‘Los Carpinteros’) porque, en definitiva, el generador de la idea y organizador es él. En esto tiene razón. Sin embargo, la pregunta persiste. Por qué romantizó en ese documental (y muchas entrevistas) la relación con sus ‘obreros’ como si la fuente de valor artístico radicara en su ‘color de piel oscuro’ como componente metonímico de la alegoría?

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La pregunta, entonces, se trasladaba a la cuestión de la lealtad del ‘patrón’ por sus ‘obreros’. Si no es un colectivo de artistas y el artista los contrata para sus muestras, cuál es su nivel de compromiso con ellos. Dicho de otro modo, tiene ellos el compromiso de lealtad mutua? Van ellos donde va él? La respuesta no tardó en venir y se hizo evidente con motivo de su instalación en el Anexo de la Serpentine Gallery de Londres al año siguiente donde Villar Rojas aceptó no trabajar con ‘sus obreros’ ya que trabajar con locales era más barato. Sin que se le moviera un pelo, Villar Rojas no los llamó. Desde un punto de vista estrictamente de negocios, el artista es libre de hacer lo que quiera pero, desde el punto de vista, de la fuente de valor artístico su proyecto ya comenzaba a hacer agua. Por qué?

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Hasta allí su obra se había sostenido sobre dos pilas conceptuales extra-artísticos. Uno tenia que ver con su supuesto carácter ‘trabajador/socialista/proto-Peronista’ y el otro tenia que ver con el tema post-apocaliptico y ecológico. Si lo primero tenia que ver con el modo de producción de la obra, el segundo tenia que ver con su iconografía. Es como si su obra se orientara a redimir a sus ‘coleccionistas’ de la culpa a dos niveles. Respecto del trabajo migrante de bajo costo qué decir? Su ‘negrerismo’ aparece como una alegoría del tipo de trabajo esclavo usado en los Emiratos Arabes para la construcción de todo lo que sea construído. Vale decir que según Maria Paula Zacharías En marzo dejó inaugurada la obra Planetarium en la Bienal de Sharjah, EAU. Respecto de su trabajo como alegoría del daño ecológico, cuán cínico es el hecho que este artista haya aceptado que VolksWagen fuera sponsor de su muestra en PS1 MoMA? Nos va quedando claro que ‘el artista argentino más exitoso internacionalmente’ no tiene demasiados escrúpulos.

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Zacharías para La Nación se enorgullece en contarnos que el rosarino actualmente se encuentra en la Bienal de La Habana, donde colocó más de 60 nidos de hornero (aves fieles y laboriosas) en árboles, faroles, aleros de edificios y postes de luz en Casablanca, Habana Vieja, Vedado, Centro Habana y Playa, sedes del encuentro. Sin embargo, en su atolondramiento por pintarlo como un ‘argentino exitoso y monumental’, María Paula Zacharías se olvida de decir que gran parte del sistema internacional de arte han decidido boicotear dicha Bienal por la confiscación del pasaporte de la artista cubana Tania Burguera. Sin ir mas lejos, la semana pasada algunos de los mayores artistas de Inglaterra como Jeremy Deller, Mark Ballinger y Bob y Roberta Smith se sumaron a otros en Los Angeles, New York, Dallas y Rotterdam para pedir por su liberación.

Queda claro que Maria Paula Zacharías no está ni remotamente a la altura de la circunstancia periodística ya que ni siquiera está informada de las contradicciones inherentes a un artista que se presenta como ‘verde’ y recibe dinero de los países productores de petróleo y de automotrices. Villar Rojas es un hipócrita que se presenta en La Habana con ‘horneros’ y otras alegorías de ‘labor y libertad’ cuando el mundo está boicoteando esa bienal por impedirle a una artista cubana salir del país. Finalmente, María Paula Zacharías le permite a Villar Rojas salirse con la suya al transformar impunemente su ‘negrerismo’ en una alegoría del teatro en el que el artista supone ser ‘el director’ y los pobres trabajadores, ‘los actores’. Estos son eufemismos para un artista que ha convertido su obra en una gran alegoría a la hipocrecía del tardo capitalismo culposo. Déjenme aclararles ya mismo que Adrian Villar Rojas como artista es un cadáver. J A T



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