El orden post-victoriano en Inglaterra es profundamente normativo. Con esto quiero decir que no solamente todo está regulado sino que además los ingleses tiene una especie de pasión (que yo llamaría muchas veces masoquista) por la adscripción a las normas. Hoy en el gimnasio, le dije en chiste a uno de los personal trainers, si sabia donde me podia sacar la remera transpirada (transpiro como un cerdo) que no sea en el vestuario que queda como a 100 metros de donde estaba en ese momento. La mirada que me pegó era la que alguien le da a un loco.
El caso argentino, como bien sabemos, es opuesto y profundamente anomico. Las normas, para un argentino, están hechas para romperse. Tratando de entender la genesis de nuestro disfuncional mercado del arte, me puse a leer un pedestre y desaoprovechado libro sobre las primeras colecciones en Argentina escrito por Maria Isabel Baldassare bajo el titulo de ‘Los Dueños del Arte: Coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires’. Por ejemplo, en 1877 uno de los primeros coleccionistas argentinos, Juan Benito Sosa, dona al estado un numero de cuadros para establecer la primer coleccion que fuera base de un museo (en ese momento provincial). En el inventario figuran pinturas como Armida y Tancredo de Veronese, El Hijo Prodigo de Caravaggio y la Madonna de Giorgione. No necesito aclarar que todos eran falsos. Decadas mas tarde, en medio de la explosión agro-exportadora del Novecento, ordas de argentinos recientemente enriquecidos (como Guerrico, Schiafino y de Bari) vendrian con supuestas obras maestras (hoy en el MNBA) de mas que dudoso origen. No quieran saber que porcentaje del acervo de nuestros museos resiste una prueba de autenticidad. Quedariamos todos en shock. Dichas colecciones fueron armadas, basicamente, por ignorantes.
Como sabemos, en la actualidad, las restricciones a la exportacion de divisa y la agresiva politica fiscal y de captura de capitales del gobierno K hace que el arte sea una opcion logica para invertir dinero y mantenerlo fuera del radar de la AFIP y la devaluacion del peso. Como todos sabemos, el valor de cambio de nuestro arte contemporaneo es nulo y alguien que quisiera invertir cien mil dolares en arte joven necesitaria comprar un deposito para guardarlo sin garantias de recuperar la inversion. En otras palabras, el capital verdadero no invierte en arte de artistas vivos ni en Argentina ni en el exterior y el negocio de las galerias de arte esta (por las buenas o por las malas) en el mercado secundario (es decir, en la transacción de obras de artistas muertos o apreciados entre privados).
En las ultimas semanas, de manera totalmente casual, artistas me contaron de ellos mismos o de otros artistas haciendo copias de ‘originales de maestros argentinos ya muertos’ por encargo. Un artista de mi mas absoluta confianza me contó que un amigo artista de él le hizo un Ferrari falso para Teresa Anchorena. Otro me contó que hizo dos Dali para un dealer. Es harto sabido que el 80% de los Joaquin Torres Garcia y Quinquelas son falsos.
Me pregunto si el mercado real del arte argentino (que realmente mantiene al sistema del arte) no es un mercado de falsificaciones que tiene como bocas de expendio las galerias que están mostrando oficialmente mierda (arte chongo y super emergente cool top) y financiando a algunos criticos para que se cree una cortina de humo que tapa un negocio terrible que se esta generando por detras. Me da la impresion que se está cagando a mucha gente nerviosa por la persecusion fiscal kirchnerista. Just a thought.
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