Unos días atrás, Syd Krochmalny y su pareja, la poetisa, Marina Mariasch escribieron un articulo en Pagina 12 sobre la presencia del curador ‘estrella’ suizo, Hans Ulrich Obrist en Buenos Aires. Dicho articulo debe ser analizado como un capitulo mas en esa interminable saga de cipayismo militante que tiene su vértice de derechas en los ‘reportes’ de Alicia de Arteaga en La Nación, mientras que parece encontrar su margen izquierda en el recontó de la joven pareja. El articulo en cuestión daba cuentas de la visita del curador Hans Ulrich Obrist, subdirector de la Serpentine Gallery de Londres a Buenos Aires y, más especificamente, su predilección por la obra de Roberto Jacoby y las que podría llamarse, las expresiones vinculadas a la ‘desmaterialización’ del arte.
La hipotesis del articulo es que si Hans Ulrich Obrist posa su mirada en un artista, ese artista pasa a integrar el canon del arte internacional, inmediatamente, y eso se refleja, necesariamente, en una serie de consagraciones que van desde la de mercado hasta la académica y de la crítica. Esto no es verdad. Dos problemas fundamentales con esta hipotesis. El primero es que carga a Obrist con un poder inmediato que, al menos, merece un breve analisis. Casi como se lo transforma en una ‘caja negra’ o ‘varita magica’ de consagración que, como el sol, trae luz y visibilidad en la oscuridad de la ‘mediocre periferia’. El segundo problema que plantea esta hipótesis es que parece sustancial dicha fascinación en el modo en el que el curador parece avanzar sobre el espacio del artista como fuente de valor artistico. Digo esto porque Komchamly demuestra fascinación en el hecho que Obrist iniciara su carrera con una muestra en su cocina y, en mi opinion, es dicha ‘informalidad’ en la exhibición ‘heterodoxa’ de obras de arte, la que es presentada como la apertura a nuevos ‘dialogos’ y parecen bañar al curador de una patina de modernidad y democracia de la cual carece.
En este punto conviene mira el siguiente video para ver, de manera directa, la capacidad de dialogo de este señor para después volver sobre la primera hipótesis y ver, en los hechos, si es verdad que Obrist es un factor de legitimación en todos esos frentes y, en todo caso, qué provecho sacó el arte argentino de esto.
Hans Ulrich Obrist, más allá de lo que dice Krochmanly y Alicia de Arteaga no es respetado en los circuitos del arte contemporáneo de Londres. El es una suerte de curador de feria internacional quien no supo llevar a la Serpentine a un lugar de prestigio real. Lo cierto es que hace años que la Serpentine no organiza una muestra exitosa tanto en materia de publico como de critica. Todas las muestras que ha venido organizando se han caracterizado por una pose que es la de transformar el espacio de exhibición en una obra de arte (instalacionista) en si misma orientada a convocar al gran público. Esto, por supuesto, esta vinculado con el ojo del curador que avasalla al del artista.
Desde el punto de vista del valor de mercado, la legitimación que otorga Obrist no es tan real como parece a primera vista. De hecho, Obrist le dio a Villar Rojas el nuevo ala de la Serpentine y esto presupuso su consagración internacional. De acuerdo a Alicia de Arteaga este fue el caso porque una obra de el se vendió a menos de cien mil dolares en Christie’s pero, como expliqué en este blog hace una semana, esa venta es más un fracaso que un éxito por no haber superado el valor estimado lo que denota que no hubo ofertas reales. Esto plantea el problema de la legitimación de mercado y confirma lo que se viene diciendo hace rato de Obrist.
Obrist ha venido flirteando con Latinamerica desde hace rato y esto tiene que ver con su vocación internacionalista per se. Sin embargo, el hecho de que la Serpentine este organizando la muestra retrospectiva de Julio Le Parc que se vio en el MALBA en su anexo (donde se mostró la instalacion/ambientacion de Villar Rojas) es un paso en falso por parte de Le Parc quien quedá por debajo del artista exhibido en el espacio principal. Esta Obrist jerarquizando al arte argentino o usándolo de relleno en un espacio que supone ser para el arte ‘emergente’ y ‘experimental’? Por qué no le dio a Le Parc el ala central (de consagración) de la Serpentine? Por qué es Latino y no Europeo?
Dicho de otro modo, todo lo que Obrist toca lo termina rebajando a los fines de hacerlo funcional a sus objetivos de curador/artista. Lo unico que interesa a Obrist es brindar variedad, exotismo y supuestamente ‘nuevas’ tendencias. En tal sentido, la desmaterialización de arte comunicacional de Roberto Jacoby le viene como anillo al dedo y me sorprende que hasta ahora ese acercamiento no se hubiera producido. El problema de Obrist es que para usar la estrategia de manipulación curatorial que usa tiene que rodearse de curadores mediocres (Pablo Leon de la Barra, Krochmalny?) y de artistas ambiciosos y desesperados por figurar (Adrian Villar Rojas, Julio Le Parc, Roberto Jacoby?). Sin embargo, como vimos con Leon de la Barra y Adrian Villar Rojas esa sobre exposición puede ser un boomerang y jugarles en contra. J A T
