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EL ESPACIO PUBLICO COMO EL NO LUGAR?

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La lectora ‘Nolopuedocreer!’ opina respecto de la mujer en el tren y la muy visual (al menos en ese video) ruptura del contrato social:

‘Leo este blog en busca de ciertas líneas de pensamiento, me entretiene el modo en que su autor señala esos lugares de la cultura que no se quieren ver, me gusta el modo en que sus lectores se enganchan en una conversación que va a la deriva de los acontecimientos, sea un nombramiento académico, la crítica a una muestra de arte, un personaje del mundo de la cultura, etc.

Ayer lo que vi en el video del tren realmente me dejó sin palabras por un buen rato. Agradezco que Lady Galati pudiera articular un discurso crítico… las imágenes – y eso que trabajo críticamente con ellas a diario- no podían ser mediadas por ninguna palabra. Sentí esas imágenes visceralmente: la exposición impiadosa de la explotación misma; el voyeurismo machista misógino; la indiferencia ante el dolor ajeno; el cuerpo expuesto como espectáculo abyecto.

El modo en que accedemos a esa escena debe ser pensado. Esa escena en otras circunstancias no sería visible, pero un celular y una cuenta en internet y ya… el modo en que esas imágenes fueron captadas y difundidas debe ser también motivo de reflexión. Ese video clandestino nos convierte a todos en voyeurs, distantes espectadores de lo freak, de lo abyecto y de la miseria. Es difícil sustraerse a la posición a la que la cámara nos obliga, es decir, vemos lo que la persona con su celular registraba y nos vuelve cómplices de su mirada sádica, y hasta escuchamos su voz de arenga sin poder responder. Agradezco infinitamente que el post que puso este video en el blog apelara a la empatía, contemplar el horror del otro es una forma de interpelarse éticamente, estoy de acuerdo, pero formalmente, qué espacio nos queda como espectadores de esa escena… en sí mismo el video está formalmente compenetrado con el sadismo de quien lo registra… focaliza en la mujer y no desvía… vemos como los pasajeros van saliendo de la escena, como otros se dan vuelta, pero el celular sigue prendido por casi mas de 10 minutos y nada, sin reparos capta aquello que sabe hará mas aún más público que el acontecimiento en sí, humillando públicamente a la mujer que, quien sabe cuanto tiempo más, permanecerá anónima.
Creo que reflexionar un poco sobre las características formales de las imágenes y como accedemos a ellas, es un primer paso para poder después pensar efectivamente sobre el contenido de esas imágenes.

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Los comentarios de la página donde se puede ver el video incluyen a varios pasajeros habituales del tren que identifican no solo a la mujer como una persona con trastornos mentales, sino las condiciones de el viaje en tren en el “furgón”. Qué alguien se encuentre en tal intemperie institucional y personal, es trágico, penoso, y éticamente reprochable; pero no inédito en la Argentina y menos en la Argentina post-2001. Qué esa persona sea objeto del desprecio y sadismo de sus con-ciudadanos, tampoco es inédito. Qué esa persona sea singularmente una mujer, como creo que dijo Lady Galati, es tristemente más común de lo que parece o desearíamos. Lo que me llama la atención son las condiciones de ese escenario, el bagón furgón de tren, que parece escenificar la ausencia total de todo sentido de comunidad, de ciudadanía, y fundamentalmente del estado como administrador del contrato social. Ese bagón se convierte en una ‘zona liberada’, donde se consume alcohol, donde se fuma -a pesar de esta ambos prohibidos- donde cada uno aparece abandonarse a un estado de ensimismamiento personal en el trayecto que habitualmente separa -lejos y penosamente- el lugar de trabajo de donde se vive; el conurbano y el centro de la ciudad. Ese furgón es no-lugar donde se transita ese pasaje, opresivo, clasista, marginal, y el video no hace sino mostrar a ese lugar como un no-lugar. La mujer se encuentra absolutamente desprotegida y sometida a la mirada obsena de quien la filma sin reparos; expuesta en toda su miseria y ofrecida como espectáculo abyecto, pero que a su vez es lo que hay -el acontecimiento curioso de ese día quizás insoportable- y que muchas veces es lo que no podemos o queremos ver. No hay ley, el cuerpo se desata y se expone, los otros miran. No hay límite, los pasajeros miran hasta lo que pueden tolerar pero la arenga sube el tono en un increscendo -a mi juicio, francamente intolerable a partir de los primeros minutos. No hay quien responda o se coloque por encima de la situación. No hay un guarda que siquiera controle la circulación de esos pasajeros.

¿Qué se hace con ese no-lugar? Si no le pertenece a nadie, o nadie lo reclama como propio -aquello que deberian hacer los pasajeros!- es tierra de nadie… algunos le prenden fuego como respuesta a esa violencia institucional a la que se ven sometidos; otros lo convierten en su lugar de descontrol; otros lo abandonan, salen apurados cuando se les vuelve incómodo.

¿Qué hacer con ese no-lugar y esas personas desprovistas de cualquier reconocimiento?
Esto es lo que pude comenzar a pensar… sobre la cumbia villera -esa es la música de fondo a esas escenas- tengo que seguir pensando pero pronto intentaré aportar algo más.’

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